RELATO
DE CLOSETADA
Zamba,
como la llaman sus amigas, participa en una organización de jóvenes feministas.
Ella estudió en un colegio de “señoritas bien”, ahora está terminando la
universidad y trabaja dando clases a un grupo de adolescentes. Es ahora a sus 22
años cuando adquiere conciencia y reconoce su ser lésbico. Antes, dice, se
sintió empujada al gusto por los hombres porque la sociedad te obliga a eso y
eso es lo que todos dicen es lo “normal”. Salir de closet, nos señala, que para
unas puede ser darse un beso con su pareja en la calle, para otras nombrarse en
espacios públicos, cada una tiene una propia manera de hacerlo, se tienen
diferentes facetas y distintos niveles pero lo cierto es que es un acto de
transgresión a la norma establecida y al debe ser.
Asimismo
decirlo no es fácil para nadie, porque existe lesbofobia, rechazo en la
familia. Una se la rifa, se rifa su bienestar, su identidad y su ser individual
porque es condenado pero cuando te sientes segura y cómoda para afrontarlo, es
un hecho de tranquilidad y calma para todas las lesbianas, es saludable. “Hay
que atreverse”, dice la zamba, no debe ser un impedimento lo que piense la
gente ni hay que esconderse porque es nuestra vida, lo que queremos y deseamos.
Por otro lado la zambita me confiesa que no siempre pudo decir abiertamente que
le gustaban las mujeres, porque le daba miedo reconocerlo delante de su familia
y de sus amigos pues ella dice que se sentía rara, diferente, y porque desde
muy niña le habían hecho creer que era pecado enamorarse de otra mujer. En
estos momentos ella tiene su pareja con quien dice tener una excelente relación
y a quien ama inmensamente.
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